mushu (the one)

lunes, septiembre 15, 2008

La dura tarea de ser madre.

Buenas. ¿Qué tal se encuentra todo el mundo?
Yo agotadíiiiiisima desde que el pasado 5 de agosto del presente año (2008), naciera nuestra hija, Emma.

Las visitas han sido bastantes, pero agradecidas, no obstante el sueño que se acumula es insoportable.

La gente me decía cuando estaba embarazada -'aprovecha ahora que puedes a dormir, que luego....'-. La verdad es que a veces pensaba que exageraban, pero qué va.

Ahora duermo a deshoras y cuando consigo unas horas de paz, el teléfono no deja de sonar... En fin, es el parte diario que hay que pasar a los abuelos de la criatura.
Como decía, el 5 de agosto nos presentamos todos en la clínica (Corachán), para que me practicaran una cesárea, ya que al parecer Emma se encontraba tan agustito dentro de mí, que no se colocaba correctamente y encima, aunque ya habían pasado las 40 semanas, mi cuerpo no daba señales de vida de querer expulsar ese ser que habitaba en mis entrañas.

La operación se realizó en un periquete. Si a las 8:20 me estaban preparando para ir al quirófano, ponerme la epidural (que fue toda una experiencia) e intercambiar algunas impresiones con el dr., a las 8:55 Emma hacía su apararición, llorando cual cantante de ópera, con una voz de soprano que daba gusto oírla...

Se la llevaron al momento para hacerle todo tipo de 'perrerías'. Y digo perrerías porque, desde donde me encontraba, no dejaba de escuchar unos 'alaridos' increíbles que salían de la garganta de mi hija. Imagino que no le hizo mucha gracia que la sacaran de donde ella se encontraba tan agustito y encima sin haberle preguntado. Se debió llevar una gran sorpresa.

El tema de la epidural comentaba que había sido toda una experiencia, ya que en todo momento sentí como me tocaban el vientre, pero ni rastro de dolor (y menos mal). Aunque al principio no las tenía todas conmigo, ya que tuve que preguntarle a la comadrona si era normal que sintiera como me tocaban. Ella, muy amablemente, me comentó que en todo momento sentiría como metían mano, pero sin ningún rastro de dorlor. Miedo tenía yo que empezaran a rebanarme y que el efecto de la anestesia no hubiera hecho efecto. Pero por suerte para todos (en especial para mi), fue todo muy bien.

La niña salió con un peso de 3,450kg y midió unos 50cm. Agradezco la cesárea, ya que no sé si hubiera podido aguantar todo el proceso del parto. Todavía sigo pensando que es imposible que por un agujerito tan pequeño, pueda salir una pesonita de 3 a 4kg.

A la niña pronto se la llevaron para que su padre, tía y abuelos pudieran conocerla y como no, ponerla bien presentable.

A mi me dejaron un rato largo en una habitación anexa a la sala de operaciones, esperando a que me extrajeran sangre, ya que habíamos donado el cordón umbilical, y tenían que extraerme (2 tubos) de sangre para no se qué fin.

Pero por fin me subieron a planta. Habitación 721. Allí estaba todo el mundo que por la mañana me acompañó, con una integrante más. EMMA.
Por lo visto y según me contaron los que allí se encontraban, nació con un hambre voraz y así pude comprobarlo cuando me la acercaron.
No paraba de chuparse los puños y en cuanto me la acercaron al pecho, creí que iba a arrancármelos de un tirón.

Succionaba muy fuerte, tan fuerte que creía que me iba a morir y en un par de días me salieron grietas. Gracias a que mi madre fue a comprarme unas pezonas, pero hasta que conseguí ponérmela bien en el pecho y que se curaron las heridas producidas, pasé unos días un poco desagradables. Y ahí estaba también, la falta de sueño. Que ya empezaba a hacer su aparición.

Otro punto a comentar fue la falta de ingesta de alimentos y bebida. Para realizar la operación tuve que presentarme en ayunas (no haber comido ni bebido durante las 8 últimas horas). No empecé a beber algo, hasta las 24hr del día de la operación y fue agua (un vaso), que debía beber en sorbitos. Al día siguiente, el desayuno fue frugal (taza de café con leche y 3 galletas). La comida seguía siendo bastante escasa (sopa de fideos con un iogurt de postre), cosa que nos estaba poniendo algo moscas, ya que después de tantas horas sin comer y encima teniendo que alimentar a una criatura, estábamos preocupados.
Mi madre, todo buen corazón, se ofreció para ir a la cafetería de la clínica y subirme un pequeño bocadillo que pudiera mitigar el hambre que por momentos me iba surgiendo (ni el suero podía parar a mi estómago).
Los bocadillos eran, lo que podemos llamar, ridículos, pero cuando ya estaba acabándome el primero (de queso), apareció mi médico, que me echó un rapapolvo que me tuvo lo que quedaba de tarde y lo que iba a ser la noche, llorando a moco tendido, como una magdalena. Entre el sueño, las hormonas revolucionadas y Emma que empezó a desmostrar el genio que tenía...
Ese día no lo olvidaré nunca y encima sólo me faltó la bronca. Vamos, que parecía una niña de 4 años a la que acaban de dar un cachete en el culo. Hasta la enfermera me recriminó mi acto y yo, que ya había conseguido refrenar la llorera, empecé nuevamente con el llanto. Ni que hubiese matado a alguier, vamos... En fin, que todo ha quedado en anécdota... jejeje
Para que veáis como quedó el padre de destrozado, después de la segunda noche que nos dío la criatura.


En fin, que después de 4 días en el hospital, decidieron darnos el alta y la aventura más maravillosa que podíamos imaginar de nuestra vida, dio comienzo.

TO BE CONTINUED...

mushu (the one)

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